jueves, 11 de octubre de 2012

El heraldo

"Nadie que no haya nacido para eso y esté dispuesto a vivir sólo para eso podría persistir en un oficio tan incomprensible y voraz, cuya obra se acaba después de cada noticia, como si fuera para siempre, pero que no concede un instante de paz mientras no vuelve a empezar con más ardor que nunca en el minuto siguiente."
Así hablaba Gabriel García Márquez ante los asistentes de la quincuagésimo segunda Asamblea de la Sociedad Interamericana de Prensa allá por el año 1996, mismo año en el que los niños japoneses se volvían locos con el primer videojuego de Pokémon, la ciencia se volvía loca con la llegada de José María Aznar a la presidencia del Gobierno, el mundo se volvía loco al ver nacer a Dolly. En 1996 el grunge encantaba con su desencanto y La Macarena le daba alegría al cuerpo de medio (¿medio? ¿tres cuartas partes?) mundo.  En 1996 yo tenía tres años y volvía locos a mis padres mientras Gabriel García Márquez hablaba de "el mejor oficio del mundo". 1996 y los 90 en general presenciaron muchos grandes amores. En 1996, no por primera ni por última vez, Gabriel García Márquez declaraba su amor por el periodismo.

Leer el discurso completo de Gabriel García Márquez ante la Asamblea de la SIP me ha llevado a hacer un par de reflexiones. En primer lugar me ha venido a la cabeza el concepto del periodismo como vocación, de ese amor del que hablaba Gabriel García Márquez. Dice: "Nadie que no lo haya vivido puede concebir siquiera lo que es el pálpito sobrenatural de la noticia, el orgasmo de la primicia, la demolición moral del fracaso." Sus palabras son apasionadas, vivas, realmente hambrientas, desaforadas. Habla del periodismo como sexo y como alimento. Habla del periodismo como medio de vida, no para ganársela, sino para vivirla. Lo leo y pienso: quiero sentirlo. Lo leo y pienso: qué jodidamente maravilloso tiene que ser. Lo leo y hoy, aquí, ahora, confieso: yo no tengo vocación. Sin embargo eso no me exime de disfrutar el periodismo (entendido dentro del ámbito universitario) y de regodearme con un hipotético futuro que, aunque hoy tiene aún un gran, enorme, casi insalvable signo de interrogación dibujado, parece que puede ya vislumbrarse, aunque sea mínimamente. Y si es así es porque estoy en Periodismo. Esto conecta con otra idea sobre la que muchas personas tienen una fuerte convicción: el periodista que nace y se hace única y exclusivamente en una facultad de periodismo o, mejor dicho, debería nacer y hacerse en; tema muy en boga por el famoso intrusismo profesional que, se dice, envenena la profesión. No sé exactamente qué es lo que piensa Gabriel García Márquez al respecto pero, tras leer su discurso (y atendiendo a su biografía), yo diría que comparte mi opinión de que esto no es así. Precisamente por ese gran trasfondo emocional, por lo que se dice vocación, es imposible ceñirnos a que solo una facultad, con sus aulas y sus profesores y sus presentaciones en Power Point pueden hacer de un simple ciudadano un Periodista. Y al margen de la vocación, lo mismo. Porque viviéndolo, habiendo escogido el camino "fácil" (entrecomillado y en cursiva para recalcar lo que ese fácil quiere decir), sabes que en esas aulas, con esos profesores y sus Power Point, no todos los alumnos, esos supuestos futuros periodistas, tienen las destrezas necesarias, escriben de la forma que deberían, son lo suficientemente buenos (me incluyo) al menos como para cerrar la posibilidad de ser superados por otras personas en un principio ajenas al mundillo.
No cabe duda de que las clases forman, preparan y dan las herramientas necesarias al individuo para que llegue a tocar El Periodismo. Facilita el acceso a la profesión. Pero no creo que nada de eso sea suficiente así que, consciente de que me estoy apedreando a mí misma, digo sí al intrusismo. Porque yo, si fuese directora de un medio, querría a los mejores, que no siempre son los mejor preparados o, mucho más acertado, los que más han focalizado sus estudios en la materia. El mejor ejemplo de ello: el propio Gabriel García Márquez.

Mi otra reflexión, algo más banal, fue formulada tras leer "[...] creo que hay otro gran culpable en este drama: la grabadora." en el texto. Hasta ese momento no había reparado en el año de la redacción del discurso y fue entonces cuando me percaté de que estaba situado, por lo menos, una década atrás. Ya nadie culpa a la  grabadora del mal periodismo (de hecho, yo no lo había escuchado antes), ni tan siquiera suele mencionarse en ningún tipo de contexto relacionado con el periodismo. Estamos en el año 2012, han pasado dieciséis años desde que Gabriel García Márquez pronunciara esas palabras y hoy hay un eclipse de dimensiones antes inconcebibles que se llama Internet.

Finalizaré esta entrada citando de nuevo al antiguo estudiante de derecho erigido periodisto y escritor en su discurso para la SIP. Una frase simple, muy simple, me ha gustado especialmente. Dice así: "El periodismo debe ser investigativo por definición".

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