El
pasado 7 de noviembre tuve la oportunidad de visitar el Centro de Documentación
de CRTVG, mi primer contacto con un archivo de tales características. No voy a
hacer un resumen del trabajo que allí se realiza ni a enumerar sus características
(para eso recomiendo visitar el
blog de mi compañero Juan Gallego), sino que expondré algunas reflexiones
que esta visita me ha dado pie a realizar.
En primer lugar, resulta
sorprendente la labor documental que se realiza tras los muros de la sede de
CRTVG, labor de unas dimensiones que el espectador medio, desde el sofá de su
casa, ni se aproxima a imaginar. Os aseguro que el primer acercamiento al
archivo provoca una sensación de vértigo: estanterías y más estanterías repletas
de cintas, pero es más, no estanterías comunes sino correderas mediante un
(¿simple? ¿Complejo?) sistema de ruedas
y manivelas que crean y hacen desaparecer pasillos en lo que la mano tarda en
hacer girar uno de esos volantes. Pero lo que a mí me sorprende de verdad va un
paso más allá de las idas y venidas de estanterías y de la cantidad inmensurable
de cintas (lo cual no es cierto, puesto que sí es medible precisamente gracias
a la labor de archivo). Reparemos en el trasfondo, porque, en mi opinión, ahí
está la magnificencia de este lugar.
Lo que el Centro de
Documentación de CRTVG custodia es la historia reciente de Galicia. Todos
nosotros (nosotros en un sentido
territorial), no exclusiva pero sí principalmente, o al menos una gran parte de
lo que somos, ha sido comprimido y almacenado. No hablo ya de la ascensión y
posterior caída de presidentes y ministros, y sus inexplicables relecciones instadas
por un pueblo que no aprende ni a base de fusta; de la marea negra y su dolor y
su rabia; del gallego en el sentido peyorativo de la palabra o del gallego como
estandarte de cara al mundo. No, en absoluto. El archivo de CRTVG va mucho más
allá y nos acoge a, como decía, todos nosotros: las fiestas del pueblo, las
jornadas gastronómicas, la banda de música municipal, jóvenes talentos y
ancianos no menos talentosos, pequeños conciertos, iniciativas escolares,
pobres, ricos, inmigrantes y emigrantes y más más más. Pensemos en A Revista,
por poner un ejemplo cercano. Algo de cada uno de nosotros, y no como
colectivo, sino algo pequeño, un rasgo casi individual, ha sido recogido por
una cámara de la TVG. Y ahora que tenemos un retrato de este gran almacén que,
a pesar de su apariencia, rezuma vida por
los costados de sus cintas, debemos pensar en el futuro.
He de decir que, en
un primer momento, me chocó bastante
que en pleno año 2012, y finalizando, la televisión autonómica
gallega, a diferencia del resto de
televisiones autonómicas del territorio nacional, no cuente con un sistema
tecnológico más avanzado (léase digital).
Eso ahorraría muchísimo tiempo y espacio
pero, por supuesto, y al menos de una forma inmediata, no dinero. Quizás si
todo estuviese almacenado en la memoria de un ordenador, una memoria inmensa y
organizada, no me hubiese planteado lo que vengo a querer expresar. El sistema
de cintas se ha quedado ya obsoleto y llegará un momento el que resulte absurdo
seguir almacenando, ya solo por cuestiones prácticas. Qué van a hacer,
¿derribar paredes? ¿invadir salas destinadas a otros usos? Mucho me temo que, de seguir así, cierta
cantidad de información podría terminar por perderse, deliberadamente o por
simple abandono, descartada por antigüedad y poca relevancia.
El municipio
orensano de Melón consiguió en 2007 el récord Guiness al chorizo tradicional
más largo del mundo, con una extensión total de 110,15 metros, suceso sin duda relevante
para los meloneses y para mí, por ser mi madre semiautóctona pero, ¿tendrá
relevancia para los documentalistas que, llegado el momento, debieran hacer
limpieza para no morir sepultados bajo la montaña de cintas de CRTVG? Creo, por
desgracia, que no pasaría la purga.
Tal vez me estoy poniendo fatalista. Queda
mucho para que se diese tal caso y, de suceder, lo más probable es que esas
cintas, las más antiguas y poco destacadas, quedasen relegadas a una sala vieja y oscura, con el fin de lo que típicamente se conoce como coger polvo. Pero, ¿y si, en un futuro
hipotético pero no tan remoto, CRTVG se fuese a la quiebra? ¿y si fuese
privatizada? ¿de verdad se lucharía, se PAGARÍA, por conservar el documento
audiovisual que atestiguase el récord batido por los melonenses?
CRTVG posee en su Centro de Documentación un
trocito de cada uno de nosotros. Sus trabajadores velan por mantener el orden y
el buen estado de todos esos archivos que documentan nuestra identidad.
Señores de CRTVG, velen por nosotros. Actualícense.
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