jueves, 22 de noviembre de 2012

Un chorizo de 110,15 metros no tiene nada que hacer frente a la longitud de cinta de CRTVG


El pasado 7 de noviembre tuve la oportunidad de visitar el Centro de Documentación de CRTVG, mi primer contacto con un archivo de tales características. No voy a hacer un resumen del trabajo que allí se realiza ni a enumerar sus características (para eso recomiendo visitar el blog de mi compañero Juan Gallego), sino que expondré algunas reflexiones que esta visita me ha dado pie a realizar.


En primer lugar, resulta sorprendente la labor documental que se realiza tras los muros de la sede de CRTVG, labor de unas dimensiones que el espectador medio, desde el sofá de su casa, ni se aproxima a imaginar. Os aseguro que el primer acercamiento al archivo provoca una sensación de vértigo: estanterías y más estanterías repletas de cintas, pero es más, no estanterías comunes sino correderas mediante un (¿simple? ¿Complejo?) sistema  de ruedas y manivelas que crean y hacen desaparecer pasillos en lo que la mano tarda en hacer girar uno de esos volantes. Pero lo que a mí me sorprende de verdad va un paso más allá de las idas y venidas de estanterías y de la cantidad inmensurable de cintas (lo cual no es cierto, puesto que sí es medible precisamente gracias a la labor de archivo). Reparemos en el trasfondo, porque, en mi opinión, ahí está la magnificencia de este lugar.

Lo que el Centro de Documentación de CRTVG custodia es la historia reciente de Galicia. Todos nosotros (nosotros en un sentido territorial), no exclusiva pero sí principalmente, o al menos una gran parte de lo que somos, ha sido comprimido y almacenado. No hablo ya de la ascensión y posterior caída de presidentes y ministros, y sus inexplicables relecciones instadas por un pueblo que no aprende ni a base de fusta; de la marea negra y su dolor y su rabia; del gallego en el sentido peyorativo de la palabra o del gallego como estandarte de cara al mundo. No, en absoluto. El archivo de CRTVG va mucho más allá y nos acoge a, como decía, todos nosotros: las fiestas del pueblo, las jornadas gastronómicas, la banda de música municipal, jóvenes talentos y ancianos no menos talentosos, pequeños conciertos, iniciativas escolares, pobres, ricos, inmigrantes y emigrantes y más más más. Pensemos en A Revista, por poner un ejemplo cercano. Algo de cada uno de nosotros, y no como colectivo, sino algo pequeño, un rasgo casi individual, ha sido recogido por una cámara de la TVG. Y ahora que tenemos un retrato de este gran almacén que, a pesar de su apariencia, rezuma vida  por los costados de sus cintas, debemos pensar en el futuro.

He de decir que, en un primer momento, me chocó  bastante que en pleno año 2012, y finalizando, la televisión autonómica gallega, a diferencia del  resto de televisiones autonómicas del territorio nacional, no cuente con un sistema tecnológico más avanzado (léase digital).  Eso ahorraría muchísimo tiempo y espacio pero, por supuesto, y al menos de una forma inmediata, no dinero. Quizás si todo estuviese almacenado en la memoria de un ordenador, una memoria inmensa y organizada, no me hubiese planteado lo que vengo a querer expresar. El sistema de cintas se ha quedado ya obsoleto y llegará un momento el que resulte absurdo seguir almacenando, ya solo por cuestiones prácticas. Qué van a hacer, ¿derribar paredes? ¿invadir salas destinadas a otros usos?  Mucho me temo que, de seguir así, cierta cantidad de información podría terminar por perderse, deliberadamente o por simple abandono, descartada por antigüedad y poca relevancia.

El municipio orensano de Melón consiguió en 2007 el récord Guiness al chorizo tradicional más largo del mundo, con una extensión total de 110,15 metros, suceso sin duda relevante para los meloneses y para mí, por ser mi madre semiautóctona pero, ¿tendrá relevancia para los documentalistas que, llegado el momento, debieran hacer limpieza para no morir sepultados bajo la montaña de cintas de CRTVG? Creo, por desgracia, que no pasaría la purga.

Tal vez me estoy poniendo fatalista. Queda mucho para que se diese tal caso y, de suceder, lo más probable es que esas cintas, las más antiguas y poco destacadas, quedasen relegadas a una sala vieja y oscura, con el fin de lo que típicamente se conoce como coger polvo. Pero, ¿y si, en un futuro hipotético pero no tan remoto, CRTVG se fuese a la quiebra? ¿y si fuese privatizada? ¿de verdad se lucharía, se PAGARÍA, por conservar el documento audiovisual que atestiguase el récord batido por los melonenses?

CRTVG posee en su Centro de Documentación un trocito de cada uno de nosotros. Sus trabajadores velan por mantener el orden y el buen estado de todos esos archivos que documentan nuestra identidad. Señores de CRTVG, velen por nosotros. Actualícense. 



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